domingo, 16 de febrero de 2020

Cómo ser Jordi Pinyol

Cuando me llegó el currículo de Jordi Pinyol, Abel Franco se marchaba de la escuela. "Atenta a esto. Tiene muy buena pinta", me dijo. En aquel momento seguíamos teniendo muchos niños de guitarra española y estábamos más inclinados a la enseñanza de clásica así que no hice mucho caso y entró en la escuela un muchacho del que no recuerdo el nombre y que duró un año. 
Escarmentada, en 2003 Jordi hizo una entrevista y empezó como profesor de guitarra y armonía. Los jueves fueron suyos hasta 2017 y por sus manos han pasado muchos alumnos que siempre recordamos con afecto y que siempre me preguntan por él: un profe entrañable e inovidable aunque un poco chiflado. Un zurdo inquieto.


Consiguió que los conciertos de Fama subieran un peldaño más: basta que le guste el tema o la voz de la cantante para que consiga, con muy pocos medios y ensayos, sacar adelante una versión convincente y con personalidad. Y en un combo pondrá orden con autoridad y dará unas pautas generales para que el conjunto mejore. Y casi siempre lo conseguirá con una sonrisa. Detecta el potencial en los alumnos y las alumnas y siempre está dispuesto a hacerlos crecer como músicos.



Además, gracias a Jordi, Fama cuenta con otros dos músicos estupendos que llegaron de su interminable agenda de contactos, Kiko Marcu y Susan Santos, que ahora mismo son la marca de la casa junto a Juan Nieva en guitarra eléctrica que definitivamente ganó la partida a la clásica. 
Y músico estupendo y estupenda persona es su alumno Armando, que vino con él en 2006 y que ha permanecido fiel hasta la foto del martes que no era una despedida, ni el fin de una era aunque ya sabemos cómo es esto de la vida y a saber dónde y cuándo es el próximo encuentro.
Armando nos trajo además a su bonita familia Ana, Irene e Iván. Otra de esas sinergias interesantes, cuando las personas suman y multiplican.


 


En estos 17 años hemos visto luchar a Jordi, mucho, con la situación de los músicos en España. Se ha dejado la piel en innumerables proyectos, ha grabado multitud de arreglos, ha sacado adelante discos y conciertos de otros sin comportarse nunca como un músico mercenario, sino implicándose y dando lo mejor de sí. Ha trabajado para empresarios corruptos y para gente estupenda, ha hecho mil bolos y ha sustituido a tanta gente... Ha grabado vídeos, ha hecho sesiones de fotos, y de lo último que yo recuerdo presentó My Ally con Krysalis. Ha puesto toda la ilusión en encontrar algo que realmente le apasione y le haga feliz, buscando una oportunidad, una ola a la que subirse y no bajarse. Pero en el mundo musical eso es casi imposible.  
Sin embargo, a veces a las personas buenas les pasan cosas buenas y Jordi ha encontrado una escuela más grande y un proyecto estable de música en directo, aunque parezca increíble, que es lo que siempre ha querido hacer. Y es que los que saben, como Gerardo Amorín, dicen que el sonido de Jordi en la guitarra tiene algo especial, que es uno de sus guitarristas favoritos. Y desde que abandonó los jueves y se quedó con pocos alumnos los viernes, cada vez menos horas y menos tiempo, nos imaginamos el final pero sin querer imaginárnoslo. 

 

Nos ha faltado poco para llegar a la mayoría de edad en nuestra relación así que intentaremos seguir siendo jóvenes entusiastas. Lo bueno es que seguimos siendo vecinos. Buena suerte, compañero. Y hasta pronto.