miércoles, 28 de agosto de 2013

Bien de escuela

Quizá resulte raro una recomendación literaria a estas alturas de agosto pero confío plenamente en que no solo se lee en verano. También confío en que todos los miembros de la comunidad educativa se interesan por lo que pueda decirnos un profesor al que le apasiona la enseñanza, sin temor a que el discurso sea político, tendencioso o partidista. Ya está bien de que no se pueda hablar de educación porque solo afloran las diferencias y las divergencias, cuando lo que importa es el fin último y el bien común en el que casi nadie piensa. Por eso, como este es un libro francés lo leeremos sin sospechas y viendo que las preocupaciones de Europa son universales y comunes, a pesar de que el libro puede resultar muy francés en ocasiones y muy local. Lo que importa es enseñar y aprender bien, y este libro habla de las dos cosas. Y redime a todos los que estudiando una materia nueva y escurridiza como la música llegaron a sentirse mal, cuando su única intención era todo lo contrario. 
Pero yo quería saber más sobre el dominio que tenía de aquellos alumnos, (…)
Sumó mis preguntas, reflexionó un poco y respondió:
Cuando estoy con ellos o con sus exámenes, no estoy en otra parte.
Añadió:
Pero cuando estoy en otra parte, no estoy ni una pizca con ellos.
Su otra parte, en este caso, era un cuarteto de cuerda que exigía de su violonchelo el absoluto que la música reclama. Por lo demás, le parecía que la naturaleza de una clase y la de una orquesta estaban relacionadas.
Cada alumno toca su instrumento, no vale la pena ir contra eso. Lo delicado es conocer bien a nuestros músicos y encontrar la armonía. Una buena clase no es un regimiento marcando el paso, es una orquesta que trabaja la misma sinfonía. Y si has heredado el pequeño triángulo que solo sabe hacer ting ting, o el birimbao que solo hace bloing bloing, todo estriba en que lo hagan en el momento adecuado, lo mejor posible, que se conviertan en un triángulo excelente, un birimbao irreprochable, y que estén orgullosos de la calidad que su contribución confiere al conjunto. Puesto que el gusto por la armonía les hace progresar a todos, el del triángulo acabará también sabiendo música, tal vez no con tanta brillantez como el primer violín, pero conocerá la misma música.
Hizo una mueca fatalista:
El problema es que queremos hacerles creer en un mundo donde solo cuentan los primeros violines.
Una pausa:
—Y que algunos colegas se creen unos Karajan que no soportan dirigir el orfeón municipal. Todos sueñan con la Filarmónica de Berlín, lo que es comprensible…

Daniel Pennac   Mal de escuela


 

Sin duda, los profesores de esta escuela ya saben esto. Es un alivio. Y el mayor bien de nuestra escuela.